Desde hace varios años nos “han vendido” la idea de que Silicon Valley es el paraíso de los amantes de la tecnología, donde uno aspira a trabajar en empresas como Apple, Cisco System, Google, Intel, LinkedIn, Mozilla o Twitter.
Sin embargo, este paraíso parece estar vetado para los mayores de 35 años. Según un reportaje publicado por la famosa revista “New Republic”, tanto las firmas de capital riesgo como las propias start-ups rechazan a todo aquél (da igual que sea potencial trabajador o inversor) de “edad avanzada”.
Entonces, ¿qué futuro te espera una vez que cumplas los 35 años?
En internet puedes encontrar numerosas respuestas, algunas incluso con pretensiones de ser considerados como estudios sociológicos incluyen cifras y porcentajes que sólo ellos saben de dónde salen.
Sin embargo, en medio de tantas especulaciones hay una respuesta que destaca por tratarse de una historia real. Se trata de la respuesta que Frank Jernigan escribió en Quora contando su propia experiencia. Nos ha gustado tanto que le hemos pedido permiso a su autor para traducirla y así poder compartirla con todos vosotros. A continuación encontraréis la historia de Frank Jernigan, pero si preferís el original no tenéis más que seguir este enlace.
La historia de Frank Jernigan
Frank Jernigan entró a trabajar en Google como ingeniero de software en el año 2001 cuando tenía 55 años. ¡Sí has leído bien, cin-cuen-ta-y-cin-co! Durante los años que estuvo en Google era el empleado “más viejo” de la empresa.
No tenía un puesto de director, ni siquiera de jefe de proyecto, era un programador más que formaba parte de un equipo en el que la media de edad era 30 años. Su edad no suponía un problema para sus compañeros y él siempre se sintió como parte del equipo.
Según sus propias palabras: There is no such thing as being “over the hill.” Es decir, nunca se es demasiado mayor para hacer cualquier cosa. Lo realmente importante es no quedarse desfasado, para lo cual se necesita un aprendizaje continuo. Jernigan empezó su carrera en el año 75, trabajaba con tarjetas perforadas y programaba en Fortran y PL/1.
En los 80 tuvo la suerte de toparse con un profesor que creyó en él y le dio la oportunidad de formar parte de su equipo de investigación. Entonces, además de aprender programación se dio cuenta de que lo más importante era estar al tanto de todas la novedades tecnológicas, lo que le obligó a dedicar parte de su vida a reciclarse constantemente.
A mediados de los 80 la POO (programación orientada a objetos) atrajo su atención, y aunque él seguía usando Lisp en su trabajo, se empapó de esa nueva tecnología. Así, tras estar 10 años trabajando con Lisp, a principios de los 90 pasó a programar en C++ (lenguaje orientado a objetos que se popularizó en esa época).
Pocos años después la web entró en escena, así que decidió aprender desarrollo web, para lo cual tuvo que aprender HTML y JavaScript.
¿Cómo pudo Jernigan avanzar como programador durante los 20 años descritos? Sencillo, su clave era formarse continuamente.
La mayor parte de los programadores de su quinta, con el tiempo o bien se habían convertido en jefes de proyecto y aspiraban a ocupar puestos de mayor responsabilidad, o bien, se habían quedado tan desfasados en sus conocimientos de programación que solo tenían dos opciones, o el paro o cambiar radicalmente su orientación profesional.
A Jernigan se le daba muy bien programar. Es más, la mayoría de sus jefes pensaban que, no solo tenía talento como desarrollador, si no que probablemente llegaría algún día a ser jefe de equipo. Cuando lo promocionaron, él siguió “picando” código igual que antaño hasta que un día lo vio su superior y le dijo: “¿Pero qué haces escribiendo código? ¡Ahora eres jefe de proyecto!” Fue entonces cuando realmente se dio cuenta de que a él lo que de verdad le gustaba era programar y no dirigir personas. Y además ¡era muy bueno en lo que le gustaba!
En varias ocasiones le dijeron que si no seguía la progresión natural dentro de una empresa (o sea, si no escalaba posiciones), nunca podría jubilarse. Sin embargo, él no comprendía por qué tenía que dejar de programar y dedicarse a hacer algo totalmente diferente y con lo que no disfrutaba. Cada vez que daba el paso lo único que conseguía era estresarse y sentirse estúpido pues no se consideraba un buen jefe.
Entonces en 1996 tomó una difícil decisión (especialmente si tenemos en cuenta el ambiente competitivo y hasta a veces agresivo que se respira en las empresas de USA), “nunca volvería a ser jefe”.
En el año 2000 decidió trasladarse de Boston a Silicon Valley, justo poco antes de que la burbuja de las puntocom estallase. Tras ser despedido de la empresa en la que trabajaba, un amigo suyo envió su CV junto con una carta de recomendación a un pequeña empresa de unos 200 trabajadores. Cuando le hicieron una primera entrevista telefónica le dejó muy claro a su interlocutor que no tenía ningún interés en ser “director de nada”. Marissa Meyer (ella era la que estaba al otro lado del teléfono) le respondió que eso era lo que estaba buscando: gente con muchos años de experiencia que no quieran ser jefes.
Tuvo la oportunidad de su vida precisamente porque no quería gestionar a un equipo de personas. Esta experiencia no hizo más que reafirmar sus creencias: “si descubres lo que quieres hacer en tu vida, dedícate a ello y hazlo lo mejor que puedas, seguro que encontrarás alguna manera que haga que funcione”.
Cuatro años después se jubiló. Pero eso no ha sido excusa para abandonar la tecnología. De hecho no ha dejado de aprender y disfrutar con ello. Lo último que ha decidido aprender es Ruby, y ahora está trabajando en Ruby on Rails.
Su consejo es: "haz lo que de verdad te gusta y no permitas que nada te desvíe de tu camino. Siempre que puedas ayuda a los demás con amabilidad y generosidad. Y nunca temas convertirte en alguien irrelevante".
Por si no has hecho los cálculos, Jernigan tiene ahora 69 años y nunca ha dejado de formarse.
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